Si hay una razón o un motivo que nos lleve a cuestionarnos el modelo socio-económico actual ese es, sin duda, nuestra manera de producir y consumir. La gestión que hacemos de los recursos naturales, de las materias primas ejemplifica la insostenibilidad de un modelo económico cuyos efectos destructivos para el planeta están poniendo en grave riesgo el futuro del mismo así como el de las futuras generaciones que lo habiten.
La necesidad de un cambio en el modelo lo demuestra a las claras, no sólo el excesivo deterioro que está sufriendo el planeta, si no la desigualdad social que el sistema actual conlleva a causa del modelo de producción y consumo imperante como fuerza impulsora de la economía mundial. Es urgente una profunda reflexión, en palabras de Naciones Unidas, un “cambio profundo y sistémico hacia una economía más sostenible que funcione tanto para las personas como para el planeta”.
Este mercado globalizado, descendiente del capitalismo neoliberal imperante, está suponiendo un grave deterioro tanto desde el punto de vista del productor como desde el del consumidor y obviamente también para el planeta.
Fenómenos como la deslocalización de la producción, que traen consigo graves perjuicios para el mercado de trabajo con la precariedad laboral como seña, así como el problema asociado de la pérdida de la producción y consumo local, que además del mencionado problema laboral, lleva aparejados grandes impactos ambientales debido a desplazamientos logísticos, o la propia producción llevada a cabo en países con regulaciones laborales y ambientales mucho más laxas, que ponen el riesgo la salud de los trabajadores y del medio en el que se desarrollan, son absolutamente insostenibles socio-económica y ambientalmente.
La dictadura del mercado actual, especialmente en los países desarrollados, donde la obsolescencia de los productos la marca el tiempo que tarda el productor en introducir un ejemplar nuevo en el mercado, supone un modelo de producción y consumo que sobreexplota los recursos de planeta, agrava las desigualdades, explota el mercado laboral y propone un crecimiento exponencial que resulta a la larga insostenible para el planeta.
Al ritmo al que producimos y consumimos, actualmente en los aproximadamente seis primeros meses de cada año ya consumimos el equivalente al planeta entero de recursos. Es decir que el segundo semestre del año ya estamos consumiendo los recursos correspondientes al año próximo. Si no hay un cambio sustancial en nuestro modelo para la década del 2050 consumiremos, si logramos mantener este modelo hasta mediados de siglo, la friolera de tres planetas para mantener nuestro actual estilo de vida.
Si todos los ODS involucran en mayor o en menor medida a todos nosotros como ciudadanos de a pie, este ODS 12 es sin lugar a dudas uno de los que mayor incidencia tiene en nuestro modo de vida y uno de los que mayor concienciación y colaboración requiere por nuestra parte, como actores principales de la trasformación que nos exige. Nuestros carros de la compra, lo que comemos y la comida que tiramos, nuestro modelo de consumo energético, de utilización de los recursos hídricos, son factores determinantes que hoy por hoy muestran un modelo de fabricación y consumo absolutamente insostenibles.
Algunos datos(ONU) a este respecto muestran a las claras el despropósito de un modelo que sólo puede conducirnos al desastre:
- – Se desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos, mientras casi 2.000 millones de personas padecen hambre o desnutrición.
- – El sector alimentario representa alrededor del 22% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero(Además de la destrucción de masa forestal que lleva aparejado)
- – Solo el 3% del agua del mundo es potable y los humanos la consumen más rápido de lo que la naturaleza demora en reponerla.
- – Sólo Una quinta parte del consumo global de energía en 2013 provino de fuentes renovables.
Hemos de avanzar hacia una producción y un consumo que sean el germen de una sociedad que ponga en el centro de su propuesta de desarrollo y construcción social la mitigación de la pobreza y la trasformación económica hacia economías verdes y descarbonizadas.
Para ello, hemos de alcanzar un grado suficiente de eficiencia en la gestión y utilización de los recursos naturales, dando prioridad para ello a modelos como el de la economía circular que ponen el acento sobre el reciclaje y la reutilización. En este sentido hemos de concienciarnos sobre la necesaria reducción de desperdicios alimentarios. Un problema que ha de afrontarse tanto desde nuestra orbita personal como desde las cadenas de producción y distribución de alimentos. El hambre en el mundo es un problema insoportable cuando el grado de desperdicio alimentario alcanza los niveles actuales. Un agravante, si cabe aun mayor, si tenemos en cuenta un modelo productivo globalizado que causa tantos impactos ambientales siendo uno de los principales generadores de gases efecto invernadero(por tanto responsable de gran parte del cambio climático) además de contribuir en gran medida a la pérdida de biodiversidad en muchas partes del mundo.
Se ha de poner un especial énfasis en la s empresas, especialmente en las grandes corporaciones, en adoptar la variable medio ambiental, en todos sus procesos como un instrumento e gestión ecológica que trasforme el sistema en un modelo de producción basado en el desarrollo sostenible. De esta manera ponemos los cimientos para que en la próxima década, tanto la sociedad civil, como el sector publico y sector empresarial alcancemos el conocimiento y la puesta en práctica de un modelo de desarrollo y un estilo de vida en armonía con la naturaleza y sus procesos de renovación.
Hemos de proteger los modelo económicos de consumo locales que fomenten la reducción de impactos ambientales y contribuyan así a iniciar un sistema económico y social lo más disociado de los combustibles fósiles como sea posible. Con este objetivo de descarbonización fomentar la generación y consumo energético renovable.
Otro de os pilares sobre los que tiene que pivotar este consumo sostenible es el uso racional del agua garantizando su accesos y uso a toda la población sea el lugar que sea y en condiciones de salubridad y suficiencia. El consumo que hacemos los países ricos de este recurso es absolutamente irracional mientras en muchos lugares no llegan al mínimo ni para calmar la sed.
La gobernanza internacional ha de adoptar un papel de liderazgo desde los países desarrollados atrayendo y promoviendo la ayuda a los países en desarrollo para que alcancen un sistema social y un modelo económico sostenibles.
En definitiva, estamos ante uno de los ODS más esenciales debido a que marca el camino, la transición hacia lo que debe ser un modelo económico y social productivo y de consumo basado en la sostenibilidad.
Como sociedad necesitamos concienciarnos de la necesidad de un cambio en nuestro consumo y en nuestro modelo productivo. Como ciudadanos tenemos las herramientas para dar este giro. En palabras de Greenpeace “Mandemos, a través de nuestro consumo responsable, un mensaje a las corporaciones: ¡No vamos consumir nada que lleve consigo historias de abusos, explotación, desigualdad o contaminación! Y sabemos que nuestras decisiones de consumo pueden cambiar el rumbo del planeta”.