Vivimos tiempos convulsos con una pandemia mundial a la que no le vemos el final y con la que habremos de lidiar todavía una buena temporada. Pero dejando de lado esta coyuntura extraordinaria y sus consecuencias sociales y económicas, este ODS Nº8, trabajo decente y crecimiento económico, en mi opinión, es uno de los objetivos clave de esta serie que engloba la agenda 2030 de naciones unidas. Si hay una cuestión controvertida en cualquier programa político y su puesta en valor por todo el planeta es el de la política de empleo y el crecimiento económico aparejado. No cabe duda de que una sociedad y un país fuertes, con una ciudadanía que haya alcanzado y consolidado un alto grado de bienestar social, se asienta sobre las políticas de empleo y el crecimiento económico. Sin embargo esta realidad esconde, bajo su teoría, desigualdades e injusticias a la par que otro tipo de impactos que ponen de manifiesto la existencia de graves deficiencias en el modelo económico que hacen fracasar sistemáticamente los intentos por alcanzar un modelo inclusivo, sostenido y sostenible que impulse el progreso, cree empleos decentes para todos y mejore los estándares de vida.
Las desigualdades de genero, por desgracia muy consolidadas en el campo laboral, el trabajo precario, en muchos países aún en condiciones de semi-esclavitud o simplemente la falta total de perspectivas laborales debido a crísis coyunturales, situaciones casi croniificadas en países pobres o con altos grados de corrupción gubernamental, causas todas ellas, entre otras, que traen consigo un déficit económico cuyas consecuencias conllevan el agravamiento de la pobreza poniendo en situación de desamparo a gran parte de la población mundial.
Sin embargo, es paradójico constatar que mientras la economía mundial y la de muchos países crece, la ciudadanía, los trabajadores, ven cada vez más restringidos o precarizados sus trabajos, sus derechos laborales y en definitiva sus condiciones de vida.
“Tener empleo no siempre garantiza condiciones de vida dignas”
Damian Grimshaw
Director del Departamento de Investigaciones de la OIT.
Según datos del programa de naciones Unidas para el desarrollo:
• 172 millones de personas en todo el mundo estuvieron sin trabajo en 2018, una tasa de desempleo del 5 por ciento. La cantidad de desempleados ha ido aumentando cada año alcanzando los 190,3 millones en 2020.
• Según el Banco Mundial la tasa de pobreza extrema aumentara para este 2021 en 150 millones de personas que se suman a las más de 700 millones ya contabilizados en 2018. Una décima parte de la población mundial se ubica por debajo de la línea de USD 1,90 al día, cerca de la cuarta parte vive con menos de USD 3,20, y más del 40 % de los habitantes del mundo (casi 3300 millones de personas) se sitúa por debajo de la línea de USD 5,50.
• La participación de las mujeres en la fuerza laboral fue del 48 por ciento en 2018, en comparación con el 75 por ciento de los hombres. Alrededor de 3 de cada 5 de los 3.500 millones de personas en la fuerza laboral en 2018 eran hombres .En la mayoría de los países, las mujeres en promedio ganan sólo entre el 60 y el 75 por ciento del salario de los hombres.
De este baile de cifras subyace la necesidad acuciante de medidas políticas a todos los niveles, sin las cuales será muy complicado para millones de personas en todo el mundo superar esta situación de pobreza crónica o sobrevenida y que se va a agravar aún más con la actual crísis pandémica de la COVID19 o el recrudecimiento de la salud del planeta debido al cambio climático y sus consecuencias. La cuestión es si esas políticas de índole social, de sostenibilidad económica, llegarán o seguiremos viendo como desde los poderes públicos nacionales o supranacionales se mira para otro lado mientras gran parte de la población mundial es explotada, precarizada y vive bajo el umbral de la pobreza o la va hacer en breve como un precio presuntamente aceptable para seguir alimentando este modelo económico.
Es posible sin embargo, que el verdadero interés del sistema sea únicamente ese crecimiento económico exponencial sin observar el precio que se haya que pagar a cambio o los heridos o muertos que deje en el camino. De esta teoría nos ha dejado la pandemia una buena muestra. Ha quedado sobradamente demostrado en estos meses, casi ya un año, que salvar la economía, el sistema económico, por injusto e insostenible que sea, es más importante que la vida de cualquier persona, que la vida de millones de personas. Trabajadores, muchos de ellos en condiciones precarias y cuyos trabajos no les garantizan una vida digna pero si les han supuesto en muchos casos sufrir la consecuencias de la pandemia, en ocasiones la muerte. Mientras, los poderes políticos tratan de proteger la economía por encima de todo aceptado por el camino incluso la vida de las personas a cambio.
Este ODS Nº8 propone el trabajo decente y el crecimiento económico algo que por ahora es, en gran medida, una utopía. Es obligado, si verdaderamente queremos alcanzar este objetivo, analizar qué modelo económico queremos y que implicaciones e impactos tiene y tendrá para el planeta en general y las personas en particular.
El actual modelo de crecimiento económico y del trabajo deja de lado cualquier consideración de trasformación hacia un modelo basado en la sostenibilidad. Hemos de poner el acento, si queremos un planeta con futuro que no sufra las consecuencias de una economía basada en un crecimiento exponencial que esquilma el planeta y desoye cualquier consideración de justica social a todos los niveles, en una trasformación del modelo de crecimiento basada en la sostenibilidad y la justicia social.
Analizar los nichos de trabajo y aprovechar la oportunidad que nos ofrece la transición y la consolidación posterior de un modelo basado en una economía verde debe marcar nuestra agenda del cambio. En claro ejemplo de este potencial se señala en el informe de ONU – Perspectivas sociales y del empleo en el mundo [2018] – “El cumplimiento de los Acuerdos de París crearía 24 millones de empleos en el mundo”. 163 sectores económicos se verán beneficiados, entre ellos el de la energía basada en fuentes renovables, donde se originarán 2,5 millones de puestos de trabajo nuevos. Sin duda, esto es sólo el principio. Se ha de promover el espíritu empresarial y la creación de empleo bajo estos principios.
El aumento de la productividad y la innovación tecnológica son dos de los pilares que han de apuntalar esta transición de modelo, sin duda bajo el paraguas de postulados y perspectivas de futuro basadas en modelos de sostenibilidad económica. De otro modo el llamado “Business as usual” seguirá marcando una agenda económica sin cambio alguno basada en el actual sistema injusto, insostenible y que precariza el trabajo cuando no lo destruye, poniendo riesgo o simplemente condenando a millones de personas a la pobreza y el desamparo y creando grandes desigualdades sociales.
Este contrato verde ha de impulsarse cuanto antes para poner en valor a personas y planeta con el objetivo de garantizar un futuro, tal y como lo define el Pacto mundial, sostenido, inclusivo y sostenible que beneficie a todas las personas por igual y no perjudique el medioambiente. Este objetivo debe vertebrarse a través de crear “empleo decente para todas las personas, especialmente para mujeres, jóvenes y otros grupos en situación de vulnerabilidad, erradicando prácticas como el trabajo forzoso e infantil[…].” Emprendimiento, y creación de empleo igualitario, innovador, sostenido pero sostenible.
Y todo esto ha de comenzar desde abajo mismo, desde nuestra posición como ciudadanos, desde nuestra actitud, nuestro voto, un voto que exija superar las limitaciones de la política sin renunciar con la ambición necesaria a las trasformaciones que sean pertinentes para trasformar este modelo. Sectores como la trasformación energética y su descarbonización, la trasformación del modelo de ciudades, su movilidad, el modo de consumir y gestionar los recursos del planeta, la economía circular como pilar económico[…] son sólo algunos de los modelos que deben liderar el emprendimiento y la generación de empleo que trasformen el modelo social y económico hacia un planeta y una sociedad tal y como marca este ODS Nº 8 donde un crecimiento económico sostenido y sostenible sea consecuencia del trabajo decente y justo.