Es innegable que el cambio global que se esta produciendo tiene, en parte su origen, en las ciudades. Se prevé que entre 2015 y 2050, las ciudades del mundo acogerán a dos tercios de la humanidad, lo que traslada el protagonismo a las ciudades, que habrán de implementar soluciones a las consecuencias en esta cuestión. La “Declaración de Vancouver” de 1976, describía la urbanización descontrolada como un problema que llevó “a la sobrepoblación, la contaminación y el deterioro de las condiciones de vida en las áreas urbanas”.
Con el paso de las décadas el problema no ha dejado de agravarse. Según un reciente informe de Naciones Unidas “Hoy en día es ampliamente aceptado que la urbanización ocasiona cambios fundamentales en los patrones de producción y consumo, que cuando se vinculan con formas urbanas disfuncionales y las estructuras de las ciudades, contribuye a tener niveles más altos de consumo de energía y de emisión de gases de efecto invernadero. Con más de 50 por ciento de la población mundial, las ciudades representan de entre 60 y 80 por ciento del consumo de energía y generan hasta 70 por ciento de la emisión de gases de efecto invernadero provocadas por el hombre, principalmente a través del consumo de combustibles fósiles usados para el suministro de energía y el transporte”.
La vulnerabilidad de las ciudades al calentamiento global depende de factores tales como los modelos de urbanización, el desarrollo económico, la exposición física, la planeación urbana y su preparación para enfrentar los desastres. Es crucial reconocer que las ciudades poseen también parte de la solución al cambio climático.
Con este escenario de futuro, es necesario un replanteamiento de los postulados no sólo energéticos, sino y especialmente, de localización y ocupación del territorio mas racional y sostenible, que conjugue las diversas dimensiones a las que hemos de hacer frente para lograr una mejora en las condiciones de vida compatible con la conservación y la no degradación de los recursos naturales.
Las ciudades como futuros escenarios del acogimiento de gran parte de la población mundial, y por ende de su crecimiento exponencial, se han de convertir en Polos de actuación por la sostenibilidad dado que en ellas se aúnan no solamente su población sino las actividades, producción y consumo que esto conlleva.
Esta nueva perspectiva nos ha de conducir a pasar de la “producción Inmobiliaria” al “Urbanismo”. Es decir, de un modelo basado en la renta del suelo, a un nuevo modelo de urbanismo, edificatorio, arquitectónico, que además de cubrir las necesidades de vivienda, implique una planificación urbana bajo el principio de la complementariedad con sus características ambientales singulares en cada territorio. Un urbanismo racional, cuya planificación combine las condiciones del lugar con sus valores naturales y tenga en cuenta el coste social.
En este reto, habremos de involucrar no sólo las instituciones publicas como garantes del derecho a un “ambiente adecuado” si no la propia ciudadanía que ha de exigir que las condiciones del entorno en el que vive y se desarrolla respeten los valores del desarrollo sostenible y de la protección del medio ambiente. Sinduda en este contexto la nueva arquitectura tiene una responsabilidad con el desarrollo adecuado de infraestructuras y edificaciones que respete losvalores mediante la innovación en nuevos modelos de vivienda que supongan un avance en la consecución de una planificación urbana y a su vez una ordenación del territorio resiliente ante el reto del cambio global, pero cuyo objetivo final no puede ser otro que la mitigación del mismo.
Cuestiones como la relación existente entre la arquitectura y el Lugar, el clima, la forma, el urbanismo y el regionalismo hacen patente la importancia que cobra esta disciplina en la lucha por conseguir una interacción entre medio natural y edificación, entre ocupación y protección del medio.
Este concepto de arquitectura global ha de atender en primer lugar uno de los mayores problemas por los que pasa la sociedad del siglo veintiuno; el consumo de recursos que hace cada vez más complicada la situación del planeta, estando este hecho directamente relacionado con el segundo gran problema; la protección del medio natural.
El viejo concepto de que cualquier suelo es potencialmente urbanizable ha de ser desterrado de nuestro modo de modelar el territorio. En este escenario cobra importancia en concepto “Bioclimático” aplicado a la arquitectura, al urbanismo, que aunque no es un concepto novedoso, si que cobra una gran importancia ante la presión que supone la expansión urbana y sus consecuencias: LA HUELLA ECOLÓGICA.
Los materiales de construcción y la nueva edificación, junto con la operación y el mantenimiento de los edificios, representan una cantidad significativa de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. La arquitectura bioclimática como otro de los instrumentos, puede y debe suponer un soplo de aire innovador que ha de implantarse ante la necesidad de imponer criterios de sostenibilidad en las acciones de planificación y edificación de las ciudades y sus regiones circundantes.
Pero por muchos esfuerzos que hagamos en planificar nuevos escenarios urbanos, nuevas tipologías constructivas, nuevos modelos energéticos o de movilidad urbana, de nada servirá sin la tan necesaria concienciación social ante el problema. Es necesario nuestro compromiso por la sostenibilidad, por reducir el consumo de recursos, a favor del ahorro energético, del respeto y la protección por el medio ambiente.
Nos encontramos ante una encrucijada y es necesario entender que debemos involucrar a las personas, a las instituciones públicas, a los centros de enseñanza, los medios de comunicación con el objetivo de lograr el compromiso para que nuestras ciudades se planifiquen y construyan de acuerdo con la naturaleza y no en su contra, integradoras social y ambientalmente. En definitiva ciudades sostenibles ambiental, social y económicamente.