Salvaguardar los ecosistemas del planeta significa salvaguardar nuestra propia vida, la viabilidad del planeta. Tal importancia cobra la necesidad de dimensionar el problema climático que está poniendo en riesgo gran parte de los ecosistemas terrestres. En palabras de la Organización de las naciones unidas para la alimentación y la agricultura (FAO), “Gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad”, esta es nuestra prioridad ante el avance del cambio climático y sus consecuencias.
Estamos ante un grave problema y un gran reto que hemos de anteponer a cualquier otro interés subjetivo si queremos seguir disfrutando de un planeta con unas condiciones de vida soportables para todos sus habitantes. El deterioro de los ecosistemas naturales, que bajo la presión del ser humano está perdiendo la diversidad biológica y el daño a los hábitats en todo el planeta, la deforestación, la consiguiente erosión del suelo, la perdida de la reservas de agua limpia, la emisión, como consecuencia de muchos de estos fenómenos, de grandes cantidades de gases efecto invernadero a la atmosfera ponen en grave riesgo la viabilidad del planeta.
Unos ecosistemas saludables son la mejor inversión para proteger nuestra subsistencia en la tierra a largo plazo.
La sexta extinción, cómo la denominan los científicos es uno de los mayores riesgos de este recién estrenado siglo XXI. Las consecuencias de la pérdida de la biodiversidad mundial suponen una amenaza para la economía mundial de consecuencias impredecibles. El deterioro de las fuentes de alimentos, de los recursos naturales[…], de las condiciones de vida en muchos lugares, pueden suponer una crísis mundial sin precedentes. Vivimos al margen de la naturaleza, de su importancia para el planeta y los seres humanos y esto tendrá secuelas para todos y cada uno de nosotros.
Los datos son claros al respecto. Más de 1500 millones de personas dependen para su subsistencia de los bosques. Bosques que albergan más del 80% de los seres vivos. Los ecosistemas de montaña albergan gran parte del agua dulce del planeta de la que dependemos los seres humanos para subsistir. La salvaguarda y el desarrollo saludable de los ecosistemas naturales contribuyen a la reducción de más del 30% de la emisiones de CO2 necesarias marcadas en la agenda 2030.
Sin embargo detrás de estos datos está el drama. Tal y como declara el “programa de Naciones Unidas para el Desarrollo”:
“Cada año se pierden 13 millones de hectáreas de bosques, mientras que la degradación de las tierras secas persistente, ha llevado a la desertificación de 3.600 millones de hectáreas, afectando desproporcionadamente a las comunidades pobres”.
“Mientras que el 15% de la tierra está protegida, la biodiversidad todavía está en riesgo. Cerca de 7.000 especies de animales y plantas han sido objeto del comercio ilegal”.
Más de 2500 millones de personas dependen directamente de la agricultura para vivir. La degradación y pérdida(12 millones de hectáreas al año) de las tierras de cultivo, en gran parte debido a la desertificación consecuencia del cambio climático y la acción del hombre, lleva a que más del 70% de los pobres del planeta lo sean debido a esta pérdida de las superficies cultivables.
La extinción de especies es otro de los asuntos clave de este ODS 15, ya que de las más de 8000 razas de animales descubiertas hasta hoy el 8% ya se ha extinguido y otro 22% está en peligro de hacerlo.
Las actividades del ser humano han supuesto hasta el día de hoy la modificación o trasformación de al menos el 75% de la superficie terrestre, con consecuencias para los ecosistemas que habitaban en esta porción del planeta en la mayoría de las ocasiones de deterioro cuando no de desaparición.
Sin embargo dimensionar el problema que supone este deterioro va más allá que la simple pérdida de estos hábitats naturales. Estas perdidas de masa forestal, en definitiva de biodiversidad por todo el mundo afectan de manera directa a las vidas de millones de personas y si seguimos por este camino de destrucción de nuestro planeta y sus recursos naturales acabará por suponer la destrucción misma de la humanidad(la pandemia de la Covid19 ha sido la primera advertencia)
En definitiva, el planeta, en lo que a sus recursos naturales, su biodiversidad, su medio natural, está en grave riesgo por la irresponsabilidad del comportamiento humano. Su ambición, su egoísmo, su incapacidad de gestión y la falta de compromiso y responsabilidad tanto ciudadana pero especialmente por su falta de gobierno está llevando al planeta, a sus ecosistemas al colapso.
La inacción de la gobernanza mundial ante este grave problema es fragrante mientras nuestra riqueza botánica, faunística, nuestros bosques, selvas, montañas y valles, ríos… son destruidos con la connivencia, en multitud de ocasiones, de gobiernos corruptos y actores privados sin escrúpulos.
La sostenibilidad como instrumento ideal en la conservación debe marcar la gestión de los ecosistemas naturales, sean bosques, los humedales, las montañas y las zonas áridas[…] y sus recursos entre los cuales sin duda uno fundamental, el agua.
Esta sostenibilidad como eje de gestión debe poner fin a la deforestación sea el lugar que sea, procediendo precisamente a la actividad contraria, es decir a reforestar y conservar los bosques como lugares de conservación de la biodiversidad.
La rehabilitación de tierras y suelos degradados debe ser una prioridad, dado que este tipo de suelos contribuyen enormemente, a que ante el avance del cambio climático y sus efectos en lo que a fenómenos meteorológicos extremos se refiere, se produzcan inundaciones con corrimientos de grandes masas de terreno convirtiendo a estos fenómenos en catastróficos.
La conservación de la diversidad biológica es capital y va aparejado a la reducción de la pérdida de los ecosistemas y hábitats naturales. Esta diversidad garantiza la supervivencia del medio natural y el desarrollo sostenible del mismo. Para ello hemos de erradicar de manera contundente el tráfico ilegal de especies y el furtivismo y la introducción de especies exóticas en hábitats a los que no pertenecen, en definitiva la oferta y la demanda ilegal de especies silvestres. Las personas hemos de entender que animales y plantas tienen su lugar y ese lugar no es el jardín ni el salón de nuestras casas. Son los bosque y las selvas o los desiertos de nuestro planeta. Los hábitats a los que pertenecen.
“Un verdadero conservacionista es una persona que sabe que el mundo no es una donación de sus padres, sino un préstamo de sus hijos.”
John James Audubon.
La conservación de la biodiversidad, de los ecosistemas en buena salud, en definitiva, de una naturaleza sana y viable, es fomentar el desarrollo sostenible, que como hemos visto en artículos pasados es el mejor instrumento para lograr un planeta más justo e igualitario. En palabras de Naciones Unidas hemos de “integrar los valores de los ecosistemas y la diversidad biológica en la planificación nacional y local, los procesos de desarrollo, las estrategias de reducción de la pobreza y la contabilidad”.
Con este objetivo hemos de movilizar los recursos financieros suficientes para hacer frente a esta lucha por la conservación que tan fundamental es para nuestro propio bienestar y la salvaguarda del planeta. Hemos de exigir a nuestros gobiernos que pongan los medios necesarios para ello abandonando las políticas de explotación sin límites que abraza el neoliberalismo imperante que esquilman sin conciencia arruinando y destruyendo, no solamente los recursos naturales, sino su futuro, el del planeta y el de la propia humanidad.
“Sólo después que el último árbol sea cortado, sólo después que el último río haya sido envenenado, sólo después que el último pez haya sido atrapado, sólo entonces nos daremos cuenta que no nos podemos comer el dinero.”
Proverbio indio.